ACADEMIA

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lunes, 22 de febrero de 2010

EL FILÓSOFO Y LA MUERTE

“Desde el inicio de estas reflexiones se ha presentado al filósofo como emblema del ser humano que asume con radicalidad su condición. De alguna manera cabe decir que filósofo es quien no se enmienda ante aquello que radicalmente inquieta. Para designar a la persona que se atreve a mantener la mirada ante lo más temible, y que de tal entereza extrae una suerte de radical exaltación, los pensadores griegos, y muy especialmente Aristóteles, utilizaban un término específico, del que es conveniente ocuparse ahora.

[…] La hombría (andreia o andría en griego) consiste en generar, en mantener la entereza ante algo susceptible de provocar miedo (fobos en griego). […] “En primer lugar debería atribuirse hombría al que (y a la que) no es presa de miedo ante la hipótesis de una muerte noble”.

[…] Esta (la muerte) aparece como algo correlativo de la vida misma, de tal manera que hablar de una vida sin muerte (o viceversa) tiene tan poco sentido como hablar del polo positivo del imán en ausencia del negativo; o hablar de un lenguaje humano que no estuviera materializado, que no tuviera como soporte y origen el registro genético, un lenguaje angélico, un verbo sin carne. Los que no se aferran a tan fantasiosa perspectiva, los que no se distraen de la verdad, los que asumen las consecuencias de que la existencia biológica se halla afectada por la finitud, responden con entereza (andreia) ante la inevitable confrontación.

La entereza ante la muerte sería así el indicio mayor de la capacidad de un sujeto para adecuar su comportamiento a lo que exige la realización cabal de la condición humana.” Gómez Pin, Victor. Filosofía. Interrogaciones que a todos conciernen. Espasa Calpe. Madrid. 2008.

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