LA CONCIENCIA
Cuando bajaban las aguas del Orinoco, las piraguas traían a los caribes con sus hachas de guerra. Nadie podía con los hijos del jaguar. Arrasaban las aldeas y hacían flautas con los huesos de sus victimas.
A nadie temían. Solamente les daba pánico un fantasma que había brotado de sus propios corazones.
Él los esperaba, escondido tras los troncos. Él les rompía los puentes y les colocaba al paso las lianas enredadas que los hacían tropezar. Viajaba de noche; para despistarlos, pisaba al revés. Estaba en el cerro que desprendía la roca, en el fango que se hundía bajo los pies, en la hoja de la planta venenosa y en el roce de la araña. Él los derribaba soplando, les metía la fiebre por la oreja y les robaba la sombra.
No era el dolor, pero dolía. No era la muerte, pero mataba. Se llamaba kanaima y había nacido entre los vencedores para vengar a los vencidos.
( Memoria del fuego. Libro I. Los nacimientos. Eduardo Galeano, Ed. Siglo veintiuno de España Editores.)
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2 comentarios:
Gracias por la visita a Metalbitacora. Te añado al grupo "Me caen bien". Tu mezcla de citas literario-filosóficas y Metal es atrevida.
Ánimo
Gracias, amigo.
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